Con frecuencia los historiadores al reconstruir las historias
nacionales analizan los procesos bélicos desde unos parámetros
muy reducidos que impiden entenderlos e interpretarlos
correctamente. Este defecto de enfoque se ha practicado
reiteradamente en España durante largo tiempo al analizar la
llamada “Guerra de la Independencia” de 1808-1814, viéndola
solamente como un conflicto interno donde se encontrarían todas
las claves explicativas de ella.
Algo se ha avanzado en este punto durante los últimos años,
pues la historiografía hispana ha empezado a estudiar esta
temática desde perspectivas globales y más amplias. Orientación
que deberíamos seguir también los historiadores de ámbitos
autonómicos o de las llamadas “nacionalidades históricas” al
plantear los aspectos particulares o diferenciales.
De ahí que este dossier monográfico intente, como indica su
titulo, establecer un marco cronológico más amplio que el
tradicional en el tratamiento de la Guerra de la Independencia,
desde 1807 a 1814, y también geográfico, pensando en Portugal y
en las colonias americanas. No hay que olvidar que la primera
invasión de Portugal por parte de las tropas napoleónicas de
Junot se produjo en noviembre de 1807 y contó con la
participación de tres divisiones españolas comandadas por los
generales Taranco, Solano y Caraffa. De manera que los españoles
también fueron por unos meses “invasores” y ocupantes del país
vecino.
¿Tiene algún sentido para los historiadores la celebración del
Bicentenario de la Guerra Peninsular? Ciertamente las obras
dedicadas a analizar el desarrollo de esta contienda son
numerosas, casi tantas como las que se han dedicado al estudio
de la Guerra Civil de 1936-39, pero todavía hoy podemos
rastrear en los archivos nacionales y extranjeros algunas
fuentes inéditas o insuficientemente estudiadas, amén de las
memorias y otros documentos de interés que permanecen todavía en
el olvido en algunos archivos privados. Rescatarlos y hacerlos
públicos es uno de los objetivos de este dossier.
Además, estamos todavía muy lejos de haber agotado los grandes
temas de investigación tradicionales, entre ellos las parcelas
militar y política o la biográfica, y menos aún las nuevas
orientaciones historiográficas, el campo de la historia social y
cultural, la memoria de la guerra, así como los aspectos
económicos o demográficos, entre otros muchos más.
Ya pertenecen al pasado aquellos años oscuros en los que las
orientaciones al uso atenazaron a la historiografía española
encerrada en la recreación de los mitos de esta guerra,
convertida en una exaltación patriótica colectiva que solo
fomentaba la xenofobia, ocultaba el fenómeno de la revolución
liberal así como el enfrentamiento interno entre españoles y
desautorizaba de raíz a los afrancesados calificándolos como
“traidores”.
Es momento de profundizar en cuestiones que son de vital
importancia para el conocimiento de este período tan importante
de la historia peninsular del siglo XIX que representa el
inicio de la contemporaneidad frente al Antiguo Régimen.
Debemos proseguir los estudios demográficos para poder
valorar los efectos de la guerra en este punto de tanta
trascendencia, así como cuantificar los costos de la guerra a
partir de estudios regionales y estimar lo que ello supuso para
la población mayoritariamente campesina. El papel de las elites
en el conflicto y el de las mujeres son dos temas novedosos que
se deben tratar con más detenimiento, lo mismo que el estudio
de las fuentes iconográficas, la vida cotidiana o la cuestión
de la información y de la propaganda.
La celebración del Bicentenario de la Guerra Peninsular es una
buena ocasión para debatir de nuevo el tema estrella de la
Revolución liberal en España y Portugal y sus efectos en el
proceso de independencia de las colonias americanas. De ahí que
para su análisis sea válido todavía hoy la óptica utilizada por
el liberalismo español, “guerra y revolución”, como señaló en su
magna obra Historia del levantamiento, guerra y revolución de
España (publicada entre 1835 y 1837) José María Queipo de
Llano, conde de Toreno. Los problemas entonces planteados
todavía permanecen vigentes en nuestros días, como el propio
marco constitucional o la misma expresión política de la nación.
La Guerra Peninsular fue larga y compleja y el carácter popular
de la rebelión obligó a nombrar nuevas autoridades en las
diferentes regiones que se plasmaron en las Juntas provinciales.
Constituida la Junta Central Suprema el 25 de septiembre de
1808 en Aranjuez, este nuevo organismo tuvo que afrontar el
problema de su reconocimiento en Hispanoamérica. Lo mismo
sucedió cuando se creó el Consejo de Regencia en 1810, que
emprendió un penoso camino para ser reconocido como autoridad
española por los Virreinatos y Capitanías Generales. Si en 1809
los criollos intentaron formar Juntas de Gobierno autónomas
siguiendo el modelo peninsular, en 1810 algunas ciudades como
Buenos Aires, Santiago de Chile, Quito, Caracas y Bogotá
recurrieron a los Cabildos que sentaron las bases del proceso
revolucionario al prescindir de la intermediación de los
funcionarios reales y de las instituciones. El resultado fue el
fin del imperio continental americano y la aparición de once
naciones independientes a la altura de 1825.
La celebración del Bicentenario sólo tendrá sentido si hacemos
progresar el conocimiento histórico, más allá de las
celebraciones que se hagan en los distintos países de forma
oficial, en ocasiones del todo efímeras al tener claras
intencionalidades políticas o simplemente electorales. Los
historiadores no debemos permanecer impasibles ante estos
eventos. Hemos de rescatar del olvido aquellas fuentes y
documentos que pueden esclarecer aspectos insuficientemente
tratados y al mismo tiempo introducir nuevas cuestiones de
estudio con métodos de análisis modernos y desde la perspectiva
actual.
En definitiva, no podemos parcelar el estudio de esta contienda
olvidándonos del marco general europeo y americano. La Guerra de
a Independencia forma parte de un conflicto más amplio que
afectó casi durante un cuarto de siglo a extensas áreas de
Europa y de las colonias de los Estados europeos. Un conflicto,
al fin, que por su envergadura y sus efectos constituyó la
primera Gran Guerra de la historia contemporánea. Por ello, de
una vez por todas, hemos de normalizar la historia de España y
Portugal en el ámbito europeo donde ambas se incluyen.
Este es el propósito y la propuesta de “Hispania Nova”,
contribuir a la investigación empírica de la guerra, la
revolución y la independencia en la Península Ibérica y en las
colonias americanas durante el periodo que se extiende entre
1807 y 1814.
Antonio MOLINER PRADA
Universitat Autònoma de Barcelona
COORDINADOR DEL DOSSIER |