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HISPANIA NOVA Revista de Historia Contemporánea
Fundada por Ángel Martínez de Velasco Farinós
ISSN: 1138-7319 DEPÓSITO LEGAL: M-9472-1998 |
NÚMERO 4 (2004)
ARTÍCULOS
AUTOR: Elisabel LARRIBA TÍTULO: LA PRENSA, VERDADERA
VOCACIÓN DE TRES ECLESIÁSTICOS A FINALES DEL ANTIGUO RÉGIMEN
RESUMEN: La prensa de la Ilustración suscitó no pocas pasiones entre los eclesiásticos españoles que muchas veces no se contentaron con ser meros lectores y no dudaron en poner su pluma al servicio de ese nuevo medio de comunicación. Este artículo examina el quehacer periodístico de tres de ellos que tiene como punto común el haber tenido algún que otro roce con la Inquisición : José María Beristain, Juan Antonio Olavarrieta (Clararrosa), Luis Gutiérrez. |
PALABRAS CLAVE: Prensa, Ilustración, siglo XVIII, clero, Inquisición, José María Beristain, Juan Antonio Olavarrieta (Clararrosa), Luis Gutiérrez. |
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ABSTRACT: The press of the Enlightment raised strong passions among the Spanish ecclesiastics. To the point that many times they were not satisfied with being mere readers and did not doubt in putting their pen into this new media. This article examines the journalistic task of three of them who had a point in common: the fact of having frictions with the Inquisition : José María Beristain, Juan Antonio Olavarrieta (Clararrosa), and Luis Gutiérrez. |
KEY WORDS: Press, enlightenment, eighteenth century, clergy, inquisition, José María Beristain, Juan Antonio Olavarrieta (Clararrosa), Luis Gutiérrez. |
La prensa, verdadera vocación de tres eclesiásticos a finales del Antiguo Régimen Elisabel Larriba Université de Provence - U.M.R. TELEMME En
repetidas ocasiones, hemos tenido la oportunidad de poner de realce la
verdadera fascinación que suscitó la prensa entre el clero al final
del siglo XVIII y primeros años del XIX[1]
Hoy, prestaremos atención a tres eclesiásticos nada comunes ya que,
además de querer ilustrarse en la República de las Letras como
redactores de periódicos, tuvieron el temible honor de ser perseguidos
por el Santo Oficio de la Inquisición : José María Beristain, que,
entre 1787 y 1788, publicó en Valladolid el Diario Pinciano[2];
Juan Antonio Olavarrieta, quien, en 1791, editó en las Indias el Semanario
crítico peruano, participó en la redacción del Diario de Lima y,
en 1795, soñó con crear un periódico que hubiera titulado Diario
gaditano, literario, comercial, político y económico, pero no
consiguió convencer al Consejo de Castilla de la pertinencia de su
proyecto[3]
y por fin, Luis Gutiérrez, que, prescindiendo de la autorización de
dicho Consejo redactó en Francia, de donde la difundió por España, la
Gazeta de Bayona de 1802 a 1807[4]. Denunciados ante la InquisiciónJosé María Beristain fue delatado a la Inquisición por primera vez en Madrid en diciembre de 1785 por llevar una vida poco edificante y leer libros obscenos[5]. Como los inquisidores no solían mostrarse muy severos con los demás eclesiásticos cuando se trataba tan sólo del pecado de lujuria[6] (en el que también podían incurrir[7]), se libró con dos meses de reclusión en el Oratorio del Salvador (según reza el edicto del 21 de enero de 1787), lo que era muy poco en comparación, por ejemplo, con el castigo padecido por Fr. Pedro Centeno que había cometido el crimen de someter a la crítica racional ciertas ideas tradicionalmente admitidas por la Iglesia[8]. Tan poca atención prestaba la Iglesia a semejantes imprudencias que esa condena inquisitorial ni siquiera le afectó en el cursus honorum y en 1794 Beristain obtuvo un canonicato de la catedral de México donde fue de nuevo perseguido por la Inquisición en diciembre de 1795 por haber utilizado abusivamente textos sagrados para alabar al Príncipe de la Paz. Obviamente, el cargo era demasiado tenue para producir una condena formal. Sin embargo, tuvo que esperar el año de 1806 para que se diera carpetazo definitivo al asunto[9]. Por
el mismo período (un poco antes de 1799), y ante el mismo tribunal del
Santo Oficio de México, compareció también el cura párroco de
Axuhitlan (en la diócesis de Valladolid de Mechoacán), Juan Antonio
Olavarrieta. El asunto era mucho más grave que el que había provocado
la denuncia del canónigo José María Beristain, ya que Olavarrieta se
veía acusado de redactar un tratado materialista (por lo demás
bastante confuso) titulado El hombre y el Bruto. Discurso sobre la
diferencia de sus operaciones que servi (sic) de preliminar al
tratado de la Naturaleza. Obra reservada a la vida privada del hombre
juicioso y cuyo manuscrito había sido secuestrado[10].
Con semejante acusación, Juan Antonio Olavarrieta no pudo menos que dar
con sus huesos en las cárceles secretas del tribunal de la Inquisición
de México, lo que le permitió unos veinte años más tarde publicar un
libro de título significativo : Viaje al mundo subterráneo y
secretos del tribunal de la Inquisición[11]. Sin embargo, consiguió
huirse en 1803, poco después del auto de fe en el que fue condenado[12]. En
cuanto a Luis Gutiérrez, éste (según Juan Antonio Llorente) se
hubiera huido en 1799 de su convento de Trinitarios calzados en
Valladolid para librarse también de las cárceles inquisitoriales. Sin
embargo, tal afirmación resulta sospechosa. Primero, porque el propio
Luis Gutiérrez evoca otros motivos para justificar su exilio en Francia
(el hecho de poder secularizarse, lo que le hubiera denegado su obispo,
pese a la bula papal que hubiera conseguido); luego, porque nadie, hasta
ahora, ha hallado el menor documento al respecto[13].
En cambio, el Santo Oficio se apresuró en prohibir la lectura de su
novela Cornelia Bororquia… nada más enterarse de su
existencia, y ello por motivos tan graves por parte de la Suprema que no
subsiste ni la más mínima duda en cuanto a lo que le hubiera esperado
al atrevido e insolente autor de no hallarse en Francia[14]. El anticlericalismo de
Olavarrieta y Gutiérrez
José María Beristain, por una parte, Juan Antonio Olavarrieta y Luis Gutiérrez por otra, no son hombres de la misma categoría. Los pecados de Beristain no pasaban de veniales y no constituían auténticos “crímenes de Inquisición”. En cambio, Juan Antonio Olavarrieta y Luis Gutiérrez hicieron alarde de un virulento anticlericalismo. Así, como demostró Gérard Dufour en la introducción a su edición de Cornelia Bororquia, o la víctima de la Inquisición, esta novela no es únicamente un panfleto anti-inquisitorial. Es también (y sobre todo) un tratado sobre la tolerancia al estilo de los de Locke o de Voltaire ya que la idea fundamental expresada en la obra no autoriza la menor duda al respecto de los sentimientos del autor para el catolicismo cuando declara que « Una religión […] que permite al hombre forzar la creencia del hombre es una religión falsa »[15]. En cuanto a Olavarrieta, no se contentó con colgar los hábitos y hasta casarse en Portugal : en Cádiz, adonde acudió en 1820 en cuanto se promulgó de nuevo la Constitución de 1812, proclamó su odio a la Iglesia y su ateismo por todos los medios, cambiándose los nombres y apellidos y bautizándose a sí mismo, de la manera más provocadora posible José Joaquín de Clararrosa (apellido compuesto, según afirmaba, a partir del nombre de dos queridas suyas) y organizando ceremonias paródicas y sacrílegas, como el Entierro de la Señora de la Vela Verde (o sea, la Inquisición). Hasta su muerte fue motivo para ostentar su ateismo y menosprecio de la Iglesia ya que, conforme con sus últimas voluntades, fue sepultado después de que su cuerpo hubiera sido paseado procesionalmente por la ciudad, con el ataúd abierto para que todos y cada uno pudieran ver que tenía en las manos no un crucifijo, sino un ejemplar del texto de la Constitución, todo ello por el mayor escándalo de la gente piadosa, y especialmente del Nuncio Apostólico en Madrid, Mgr. Giustiniani, que no paraba de avisar a Roma de las “extravagancias” del que ya no quería ser llamado Olavarrieta[16]. El
intento frustrado de Olavarrieta de crear un Diario Gaditano Obviamente,
cuando en 1795 solicitó la licencia necesaria para publicar un Diario
gaditano…, Olavarrieta no dejó transparentar el más mínimo
asomo de hostilidad hacia el absolutismo o el catolicismo y en el
prospecto de la obra que remitió al Consejo de Castilla para que se
formara una idea del proyecto, hizo alarde del mayor celo a favor del
trono y del altar. Así, según él : “Un
papel de su especie, siempre y en todas partes, se ha contemplado como
un Ministro auxiliar del Gobierno, como un Mediador benéfico entre las
necesidades de la humanidad, y los auxilios de su pronto remedio, tan
exacto en hacer circular las oportunas providencias de la Superioridad,
como en transmitir, y comunicar de unos a otros sus mutuas urgencias,
sus ideas, sus proyectos, sus solicitudes, y arbitrios, con aquella
prontitud tan propia del prodigioso utilísimo invento de la prensa,
como ajena de cualquiera otro medio adoptado por los hombres para el
comercio económico de los asuntos interesantes a la vida sociable de
una comunidad civil”[17]. Como
otros tantos que pretendían crear un periódico[18],
Olavarrieta no se olvidó de afirmar que la prensa, vector de saber y
fomento del progreso, se había beneficiado de la protección de las
autoridades y constituía el instrumento más eficaz de una política de
prestigio cultural que había de permitir a España ocupar un lugar
destacado en la Europa de las Luces. Sin embargo, afirmaba (lo que debía
ser del agrado de las autoridades) que ese extraordinario medio de
comunicación debía emplearse con la mayor prudencia y que las medidas
rigurosas adoptadas por el gobierno en 1791 le parecían justificadísimas
habida cuenta de los deslices que se habían autorizado no pocos
periodistas[19].
Gracias a estas medidas, los publicistas habían entendido cuál era su
papel y ya se publicaban varios periódicos de incuestionable valor y
utilidad, tanto en la Corte como en provincias. Sin embargo, y para
mayor asombro suyo, no había sido, según afirmaba, el caso en Cádiz,
lo que convenía remediar cuanto antes. Por consiguiente, era tanto más
imprescindible ofrecer al público de esta importante ciudad un periódico
al mismo tiempo útil y divertido cuanto que convenía lograr que la
gente de ambos sexos se olvidara de las ideas procedentes de la “Babilonia
del Norte”[20]
y de la guerra, que era el tema de casi todas les conversaciones[21].
De hecho, se trataba, mediante un periódico concebido o presentado como
un auténtico “auxiliar del gobierno”, de fomentar valores
tan fundamentales en el momento de crisis que se vivía como el amor a
la Religión y a la Patria, o la lealtad al Soberano. Por ello,
precisaba Olavarrieta que en la parte literaria de la obra, verdadera
miscelánea, “la moral más pura, los Dogmas de nuestra religión,
la más sana filosofía del hombre y sus deberes suministrar[ía]n
copiosas materias a [su] intento”[22].
Especificaba también que podía contar con la ayuda de tres literatos
(sin más precisiones), celosos amantes de su ciudad, y que confiaba en
el patriotismo de todos para conseguir la colaboración de las
autoridades y del público, mostrándose dispuesto a publicar las
noticias que se le comunicarían. Y como quería hacer de su periódico
una auténtica tribuna en la que todos y cada uno podrían participar,
estaba dispuesto a poner a la disposición de cuantos no podían ponerse
en contacto epistolar con él (por no saber leer y escribir) un
comisionado suyo[23], idea tan original que ni
siquiera se le había ocurrido al mayor, y en realidad únicoverdadero
empresario de prensa de la época, el Barón de la Bruère[24].
El texto presentado al Consejo de Castilla por Olavarrieta, que quería
congraciarse al gobierno, resultaba pues perfectamente acorde con las
normativas oficiales. Obviamente, se puede sospechar de la sinceridad
del autor, máxime teniendo en cuenta que la más rigurosa de las
censuras a las que se veía sometido todo candidato a publicar cualquier
tipo de obra, era la suya propia. Fuera lo que fuere, el Diario de Cádiz
no obtuvo el imprescindible visto bueno de las autoridades y se quedó
en un proyecto que realizó Olavarrieta años más tarde, en
circunstancias totalmente distintas. El prospecto que acabamos de
analizar revela, al menos, la perfecta ductilidad en 1796 de un hombre
que en el Trienio Liberal iba a autoproclamarse y convertirse
efectivamente en el símbolo del anticonformismo. La Gaceta de Bayona del
fraile rebotado Luis Gutiérrez
Luis
Gutiérrez, otro provocador nato, no le va en zaga a Olavarrieta o
Clararrosa. Gracias a los trabajos realizados desde hace unos veinte años
por varios investigadores (José Altabella, Gérard Dufour, Claude
Morange y Martin Murfy[25]),
este curioso personaje ya no es un desconocido para los especialistas
del reinado de Carlos IV y de la Guerra de la Independencia. Asimismo
las dos reediciones casi simultáneas de su obra Cornelia Bororquia[26]
incluso le permiten ya figurar en el panteón de las historias de la
literatura del que había conseguido excluirle Menéndez Pelayo[27].
En cuanto a la aventura, verdaderamente digna de una novela picaresca,
que debía llevarle a la muerte después de lograr hacerse pasar ante el
ministro de Su Majestad Británica, lord Canning, por un tal barón de
Agra, que el propio Fernando VII hubiera encargado de una misión
secreta en América, ya es conocida sino de todos, al menos de los
aficionados a la historia[28].
Sin embargo, la visión que tenemos de este personaje como novelista e
intrigante político (“novelist and impostor” en palabras de
Martin Murfy[29])
resulta truncada. En efecto, si tuvo alguna notoriedad entre sus
contemporáneos, fue en calidad de periodista, como prueba un folleto
publicado en Sevilla en 1812, o sea tres años tan sólo después de su
ajusticiamiento, y en el que el P. Antonio Martínez narraba el curioso
destino de Luis Gutiérrez sin citarle en el título y presentándole
nada más que como el “Gazetero de Bayona”[30]. Ahora bien, entre los
investigadores que se han interesado por la Gazeta de Bayona (que,
por más clandestina que fuese, gozó de una amplia difusión por España
durante los años que precedieron la invasión francesa de 1808), Claude
Morange es el único que pudo (o mejor dicho, supo) hallar una colección
(desgraciadamente incompleta) de este periódico[31].
Por nuestra parte, tenemos que confesar que no hemos sido más
afortunada que la mayoría de nuestros predecesores ya que tampoco hemos
descubierto otros números. Sin embargo, entre las peticiones de
licencia para imprimir periódicos examinadas por el Consejo de
Castilla, está la del Correo de Bayona cuyo prospecto, dirigido
en 1802 al conde de Isla (que era Juez de Imprentas) constituye uno de
los principales documentos que nos permiten formarnos una idea de lo que
fue o quiso ser esta publicación[32].
Redactado en castellano e impreso por los hermanos Cluzeau en Bayona, el
texto fue elaborado poco después de la Paz de Amiens (23 de marzo de
1802). “Ya - afirmaba su autor - la Europa entera presenta
la imagen hechicera de la unión, de la hermandad y de la vida, y en
todas partes vemos a los hombres dados a las artes de la paz, las únicas
que pueden salvar y hacer felices a nuestros semejantes, y cicatrizar
por decirlo así las heridas que los ha hecho la guerra”[33]. Asimismo subrayaba que
Bayona, “vecina de una Nación amiga y leal” con la
cual había mantenido constantes relaciones se había convertido incluso
en “el depósito de todas las mercancías tanto nacionales como
extranjeras, destinadas para las plazas de aquella Península”[34].
El restablecimiento de la paz, anunciador de un porvenir halagüeño y
de intercambios provechosos para ambas partes, había “hecho desear
- proseguía - tanto al comercio de Bayona, como al de Burdeos,
íntimamente ligados con el de España, un buen periódico en castellano
que tuviera por objeto el movimiento y las operaciones de comercio”[35].
Así el Correo de Bayona (que se conocerá como Gazeta de
Bayona), se proponía satisfacer esa demanda desempeñado un
papel fundamentalmente económico. Y para convencer a las autoridades
españolas de lo pertinente del proyecto, el autor del prospecto, después
de cantar los loores de la paz, hacía el elogio del comercio que
siempre “ha sido uno de los principales móviles de la atención de
los Gobiernos, porque se ha reconocido que él era el único promotor de
la industria, el resorte más activo de la prosperidad de las Naciones,
y la sangre que vivifica todos los miembros de un Estado”[36].
Destinado a un público ubicado en ambos lados de los Pirineos, el periódico
no se contentaría con proporcionar informaciones puntuales relativas a
las actividades de las dos naciones aludidas, o al tráfico de las
principales plazas de comercio (estado de los cambios, movimientos de
navíos, descripción de las cargas, precio corriente de las mercancías,
etc.). Con mayor ambición, el Correo de Bayona se consagraría a
la alabanza del “ingenio mercantil” y de las “artes
lucrativas”[37],
e informaría sus lectores sobre el estado de las manufacturas españolas
así como los últimos adelantos realizados en las artes y en la
industria en Francia e Inglaterra (cuya superioridad en este ramo de la
economía era evidente). Y dado que se consideraba que la diversidad temática
constituía una de las condiciones esenciales del éxito, el autor del
prospecto proponía también echar una mirada atenta a la actualidad
literaria y teatral de toda Europa amenizando el periódico con relatos
de viajes, anécdotas, poemas u otras piezas jocosas, sin olvidarse de
interesarse por las últimas noticias políticas. Con este último
punto, sabía perfectamente que corría el riesgo de inquietar a las
autoridades. Así que para tranquilizarlas, juzgó procedente precisar
que si las leyes que regían el periodismo en Francia era sumamente
distintas de las vigentes más allá de los Pirineos, se tomaría muy en
cuenta la especificidad del público español. Además, condenaba sin
rodeos los estragos causados por la Revolución francesa y especificaba
que la obediencia “a los gobiernos” (y no a los reyes, el
matiz tenía su importancia) era el único medio del hombre para luchar
contra instintos primitivos que le llevaban a pretender a una “libertad
ilimitada o a sojuzgar violentamente a los otros”[38].
Así, subrayando insistentemente que no formaba parte de cuantos
reivindicaban el derecho a la libertad de expresión porque sabía que
conllevaba “el desorden y la rebelión”[39],
declaraba que : “Convencidos
los redactores por la fatal experiencia de los últimos diez años de la
verdad de estas máximas, no tendrán necesidad del freno de los
Gobiernos. Sus más severos Censores serán sus propias conciencias, y
aun en las noticias políticas procurarán moderar las expresiones que
pueden disgustar al Gabinete de Madrid, modelándose siempre por el espíritu
de su política”[40]. ¿Era
este Prospecto obra de los hermanos Cluzeau, o del propio Luis
Gutiérrez? Lo único que se puede afirmar con toda certeza es que los
hermanos Cluzeau lo imprimieron y resulta imposible determinar si
vendieron luego el título a Luis Gutiérrez, como opina Claude Morange[41],
o si éste participó de entrada en la empresa, aunque cierta similitud
de estilo entre el prospecto y las demás obras conocidas de Gutiérrez
nos induzca en optar por la segunda hipótesis. Fuera lo que fuere, el
conde de Isla, en un informe fechado el 18 de agosto de 1802, calificó
el proyecto de excelente y opinó que podría ser de la mayor utilidad a
la Nación[42].
Sin embargo, dudaba si convenía autorizar la publicación. En efecto,
¿cómo estar seguro de que el redactor del periódico cumpliría con lo
prometido, máxime teniendo en cuenta que por su ubicación en Bayona
escapaba de todo tipo de control de las autoridades españolas, tanto
civiles como eclesiásticas? Como era de esperar, prevalecieron estas
consideraciones sobre otra cualquiera y, pocos días después, el 27 de
agosto, se le comunicó al juez de imprenta que el Rey bajo ningún
concepto podía autorizar la publicación del Correo de Bayona[43]
cuyo primer número ya estaba programado para el 22 de septiembre de
1802[44].
Ante tal decisión, olvidándose por completo de sus declaraciones sobre
la obediencia que se debía a los gobiernos, los hermanos Cluzeau (o,
probablemente Luis Gutiérrez) no vacilaron en prescindir del Real
permiso de Carlos IV y crearon un periódico que había de tener en España
una difusión nada desdeñable.
Así, el 1 de junio de 1804 (o
sea, casi dos años después de la salida del primer número), Tomás
Donojú, gobernador de Santander, participó a Pedro Ceballos que
acababa de enterarse de que un periódico redactado en español y
publicado en Francia bajo el título de Gaceta de Comercio,
literatura y política de Bayona se difundía en Santander donde
contaba con varios suscriptores, y que el número 157 de dicha obra, con
fecha del 14 de mayo, contenía unos ataques directos en contra de la
familia Real y cualquier tipo de gobierno monárquico hereditario. Dada
la gravedad de los hechos, e ignorante por lo visto de las leyes
vigentes, deseaba saber si debía o no autorizar la introducción y la
lectura de semejante periódico que, por lo demás, poco respeto
mostraba en materias religiosas[45].
Informado por el gobierno de la prohibición total que se aplicaba a las
obras en castellano impresas fuera de las fronteras del reino[46],
Tomás de Donojú comunicó inmediatamente a Manuel de Irribarri
(administrador de Correos) la orden de embargar cuantos ejemplares de la
Gaceta… mandados por correo ordinario y de informar a los
interesados de la prohibición de dicho periódico. Irribarri cumplió
lo mejor que pudo su cometido Sin embargo, anticipándose con notable
lucidez a la reacción de los más audaces de los suscriptores que, según
le parecía, recurrirían al fraude para satisfacer su afán de
información, no omitió subrayar en el informe que mandó al Gobernador
que le sería muy difícil, o más bien imposible, acabar
definitivamente con la difusión del periódico que, por más esfuerzos
que hiciera, continuaría sin duda alguna a circular solapadamente[47].
Los hechos habían de
confirmar los temores de Irribarri : en efecto, dos años después, el
22 de noviembre de 1806, el gobierno tenía que resignarse a constatar
con amargura que : “Sin
embargo de las leyes del Reino y de las repetidas ordenes particulares
que prohíben la introducción en él de gacetas y papeles impresos en
nuestra lengua en países extranjeros circulan libremente y andan en
manos de todo el mundo varios periódicos de esta clase, en particular
los titulados La Abeja y la Gaceta de Bayona”[48].
Airado por la amplitud del fenómeno, eL Gobierno dirigió a los
Directores Generales de Correos una carta circular reservada de tono
para comunicarles vehemente y conminatoriamente que tenían la obligación
de hacer respetar estrictamente las leyes vigentes, precisando que S. M.
“ha[ía]
resuelto cortar de raíz este abuso valiéndose para ello de todos los
medios eficaces y rigurosos que exigen la dignidad de su augusta
persona, el bien de sus vasallos, en su consecuencia ha dispuesto que en
las Administraciones de Correos se abran todos los pliegos o cartas que
se sepa o sospeche contener los periódicos arriba nombrados u otros de
la misma clase, tengan el título que quieran, y se quemen allí mismo
irremisiblemente sin que sean leídos por persona alguna de cualquier
clase o condición que fuere”[49].
Y como si fuera poco, la circular acababa avisando a los Directores
Generales de Correos que “S.
M. ha[ía]
tomado secretamente medidas oportunas para saber de positivo el modo con
que cumplen esta orden; en inteligencia de que el menor fraude, el menor
descuido que cometieren en el cumplimiento de ella, o la más leve
imprudencia en faltar a la reserva con que han de proceder a su ejecución,
serán castigados severa y ejemplarmente”[50].
Ya no era tiempo para tolerancia o pasividad. Sin embargo, esta
virulenta amonestación tuvo poca repercusión como prueba, por ejemplo,
la petición realizada el 28 de enero de 1807 por Francisco Antonio
Filangieri (comandante de las tropas destinadas a la defensa del
Departamento marítimo de El Ferrol), quien, como otros muchos
oficiales, manifestaba especial interés por la prensa[51].
Por haber conocido personalmente a Pedro Cevallos, no dudó en dirigirse
directamente a él para comunicarle que “Hace ya algunos meses
que se reciben con atraso las gazetas de Bayona, y como en este lóbrego
País, sin teatro, ni otra diversión, rodeado siempre de Montañas y
nubarrones, y en donde he perdido también mi salud, las noticias públicas
forman la única diversión mía y de mis antiguos contertulianos, y por
no mendigarlas de los comerciantes que ordinariamente las tienen vagas e
incorrectas, desearía que Vmd. proporcionase el modo que yo recibiese
la mía sin atraso…”[52].
Pedro Ceballos le hizo contestar “Que si por Gaceta de Bayona
entiende la impresa en castellano, no me es posible complacerle, pues su
introducción está prohibida por Real Orden, que si habla de las
francesas acabo de dar órdenes para que no detenga, antes bien se
facilite...”[53].
Y como otros individuos (entre los cuales el propio embajador de
Francia) se habían quejado de ya no recibir distintos periódicos
procedentes del extranjero, se averiguó el caso, descubriéndose que
los empleados de Correos de Irún, San Sebastián y Vitoria habían
cometido numerosos errores. Interpretando mal, se suponía, los textos
vigentes, habían pecado unas veces por laxismo y otras por excesivo
celo, hasta embargar periódicos franceses como Le Moniteur, LePubliciste,
Le Journal des modes y Le Journal de l’Empire,
lo que deploraban las autoridades españolas[54].
En un informe dirigido a Pedro Ceballos con fecha del 7 de junio de
1807, Juan Facundo Caballero (avisado por Luis Antonio de Candano,
administrador principal de Correos de Vitoria) ponía de realce las
maniobras de M. Gosse (propietario de la Gazeta…), quien
aseguraba que varios administradores así como oficiales de Correos,
lectores asiduos, le pedían su periódico[55]
y, haciendo caso omiso de las leyes españolas, seguía difundiéndolo
mediante varias estratagemas. Por ejemplo, se acababa de interceptar un
paquete que contenía varios ejemplares de este mismo periódico con
sello de Oloron que iban dirigidos a suscriptores difuminados por todo
el reino. Ahora bien, como notaba Caballero, estos ejemplares que salían
por Olorón, transitaban por Zaragoza, y no por Vitoria a donde llegaban
los envíos procedentes de Bayona y donde la vigilancia se suponía más
estricta. La lista de suscriptores que venía con el informe no carece
de interés ya que, ateniéndonos al banco de datos elaborado con motivo
de nuestra tesis, tan sólo cuatro de los 20 individuos señalados se
habían suscrito a otro o varios periódicos españoles : dos nobles con
residencia en Madrid, el marqués de Castelfuerte[56]
y el conde de Polentinos[57],
así como un habitante de Lorca, Juan Rocafull[58],
y otro de la Isla de León, Santiago Portero[59],
empleado del ministerio de Marina. Por muy aventurado que resulte sacar
conclusiones de esta lista muy parcial de suscriptores de la Gazeta
de Bayona, tenemos que subrayar que entre ellos no figura ningún
eclesiástico, cuando constituían un porcentaje importante para los
periódicos autorizados[60].
En cambio constatamos el mismo interés por la prensa que se manifestaba
a la periferia del reino, especialmente en los puertos marítimos[61],
ya que entre Cádiz y Málaga (tres suscriptores para cada ciudad), El
Ferrol (dos suscritores) y Algeciras (un suscriptor),tenemos un total de
nueve lectores de la Gazeta…avecindados en las costas del reino
en contra de tan sólo tres en Madrid[62].
A
partir de estos datos que ponían de nuevo de manifiesto el no
cumplimiento del reglamento vigente, Pedro Ceballos exigió que se
llamase la atención a cuantos estaban encargados de su aplicación[63]. EnAsí, unos pocos meses
más tarde, el 7 de agosto de 1807, Juan Antonio de la Cuesta, Nicolás
de Agea, Francisco de Sayus y Francisco Pereda dirigieron al ministro
una súplica muy significativa en la cual estipulaban que, conforme con
las instrucciones del Gobierno, el Consulado de Santander del que
formaban parte y a cuyo nombre escribían, se había suscrito a varios
periódicos como la Gaceta de Madrid, le Correo mercantil de
España y sus Indias y el Semanario de Agricultura y Artes
dirigido a los párrocos[64].
Declaraban asimismo que, como veían en la prensa una fuente de
información insuperable, recibían también publicaciones de suma
utilidad, entre las cuales la Gazeta de Bayona que echaban muy de
menos desde que, por motivos que desconocían, no les llegaba por sufrir
el embargo de Correos. Ignorantes, al parecer, al instar de Filangieri,
de la interdicción que sufrían las obras publicadas en español fuera
del reino, no dudaron pues ni un instante, para conseguir que su periódico
predilecto les fuese de nuevo entregado, en recurrir al propio Pedro
Ceballos[65],
que poco apreció esta diligencia, como prueba esta apostilla poco amena
en margen de la carta que había recibido : “Que
el Consulado no ha meditado como debía las repugnancias que envuelve
esta solicitud, medítelas y hallará que es más nuisible [sic]
y digna de una negativa”[66]. Resulta
pues patente que las distintas medidas adoptadas por el gobierno con el
fin de impedir la difusión de la Gazeta de Bayona, distaron
mucho de producir el efecto deseado. Incluso tuvo Luis Gutiérrez un
imitador en la persona de Josef Xavier de Barbachano, que vivía también
en Bayona pero que, instruido sin duda de lo que había pasado con la Gaceta…solicitó,
en una carta dirigida a Pedro de Ceballos el 10 de noviembre de 1806, la
autorización de publicar un periódico titulado Correo Cantábrico,
pero tomándose la precaución de precisar que se trataría de una “gaceta
española” que se imprimiría dentro de los límites del reino, en
Irún, y no en Francia. Barbachano (que hasta el momento no había
manifestado gran interés por la prensa, suscribiéndose tan sólo al Espíritu
de los mejores Diarios, en 1789[67])
¿pensaba de veras convencer a las autoridades españolas del carácter
genuina y exclusivamente español de su publicación por el mero hecho
de imprimirla en el último pueblo situado antes de la frontera? Lo
dudamos. En cambio, esgrimía otro tipo de argumento, mucho más sólido,
ya que subrayaba el interés suscitado en España por las informaciones
proporcionadas por los periódicos franceses y ello, con detrimento de
la economía nacional. Es que –según afirmaba- nada menos que 1150
españoles se habían suscrito a la Gaceta de comercio, literatura y
política (o Gaceta de Bayona), o a otro periódico publicado
en castellano en París, La Abeja española, lo que producía la
salida del reino de una cantidad de dinero que cifraba en más de un
millón de reales al año[68] (o sea la renta percibida
por el titular de la rica diócesis de Málaga, cuarta de España por
sus rentas según la clasificación de Maximiliano Barrio Gozalo[69]).
Tenemos que confesar que ignoramos qué crédito se puede dar a tales
cifras. Con todo, incluso si resultan algo exageradas, nos evidencian el
éxito del periódico redactado por Luis Gutiérrez. Juan Antonio Melón,
juez de la Imprenta (después de haber sido uno de los redactores de un
periódico semi-oficial, el Semanario de Agricultura y Artes dirigido
a los Párrocos[70]),
no hizo ningún reparo al respecto en su informe sobre la petición de
Josef Xavier de Barbachano pero en cambio manifestó su total oposición
a todo tipo de publicación
que podría fácilmente escapar del control del gobierno y que, por otra
parte, le podría hacer la competencia a Gazeta de Madrid[71].
Como el barón de la Bruère (al que ya nos hemos referido) Luis Gutiérrez
había entendido, a finales del XVIII, que el periodista no sólo tenía,
por derecho propio, una posición relevante en la República de las
Letras, sino que también podía ser todo un hombre de negocios. Conclusión Si los tres eclesiásticos
que acabamos de estudiar suscitaron el recelo cuando no la ira del Santo
Oficio, no fue (como les pasó à Fr. Pedro Centeno y a Cañuelo,
verdaderos “Don Quijotes del mundo filosófico”) por sus
actividades periodísticas. Todo lo contrario, ya que para obtener la
tan ansiada autorización de publicar, estaban dispuestos a la mayor
prudencia y hasta, en el caso de Olavarrieta y de Gutiérrez, a hacer
caso omiso de sus convicciones más profundas. Es que se trataba
fundamentalmente de mejorar su posición social : Beristain soñando sin
duda con llamar la atención de las autoridades para conseguir un
ascenso en la jerarquía eclesiástica que por cierto consiguió. En
cuanto a Olavarrieta y Gutiérrez ni el uno, ni el otro desdeñaban los
negocios : en Portugal, donde se instaló después de pasar algún
tiempo en Inglaterra tras haber huido de México, Juan Antonio
Olavarrieta, se puso en 1818-1819 a fabricar y comercializar un remedio
destinado a luchar contra la fiebre, el agua de Inglaterra, que
había inventado un tal doctor Jacob de Castro Sarmiento[72].
En cuanto a Luis Gutiérrez, tenía tanta confianza en el valor de su
pluma que en 1800 redactó en Bayona una obra, Cartas amistosas al
Rey, no para ofrecerla al público, sino para venderla a las
autoridades españolas, precisamente para evitar la impresión, lo que
no le impidió, después de haber cedido a buen precio el manuscrito,
publicar separadamente los capítulos que componían el libro[73].
En ello no se diferenciaban de la mayoría de los demás redactores de
periódicos. Más allá de las consideraciones filosóficas, filantrópicas
o patrióticas que solían servir de justificación a sus empresas, se
hallaba un anhelo de lucro que no escapó a Joseph Cornide, quien,
encargado de informar sobre una petición de licencia para un nuevo periódico,
declaraba en 1794 : “El Diario histórico que desea
publicar periódicamente Don Pedro María Olive, es uno de aquellos
arbitrios que suelen buscar los hombres, o para ganar la vida, o para
adquirir favor...”[74]. Pero
por más atención que se preste a los redactores de periódicos,
siempre hay que tomar en consideración al público al que querían
complacer. A finales del siglo XVIII, este mecenas colectivo constituye
toda una realidad que impone sus preferencias y exigencias, con su afán
de noticias recientes tanto nacionales como internacionales que le llevó,
varias veces a hacer caso omiso de las prohibiciones oficiales y a
suscribirse a periódicos publicados en español fuera de las frontera
del reino, especialmente en Francia. En sus Memorias, Manuel
Godoy tenía toda la razón cuando escribió : “Cuando
a los pueblos se les cierran o entornan las ventanas que es justo estén
abiertas, pierden la confianza en el Gobierno, y los datos que se le
niegan van a buscarlos a otra parte, no sin desdoro y sin peligro del
Estado”75.
La
historia de lo que pudo ser, y fue la Gaceta de Bayona del fraile
trinitario rebotado Luis Gutiérrez es un perfecto ejemplo de esta
afirmación. [1] E. LARRIBA, « Inquisidores lectores de prensa ilustrada », in Coloquio internacional. El mundo hispánico en el Siglo de las Luces – Salamanca 9-10-11 junio de 1994, Madrid, Editorial Complutense, 1996, p. 817-829 ; « Contribution du clergé à la rédaction du Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos », in L’Espagne du XVIIIe siècle. E. LARRIBA, siècle. Economie, société, idéologie, culture. Actes des journées d’étude sur «Ville et campagne» et Cartas marruecas des 5 et 6 décembre 1997. Sous la direction de J. Soubeyroux, Saint-Etienne, Publications de l’Université de Saint-Etienne, 1997, p. 217-233 ; « Introducción », in El Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797-1808). Selección e introducción por Elisabel LARRIBA y Gérard DUFOUR, Valladolid, Ámbito, 1997, p. 9-61 ; « Un Publiciste poursuivi par l’Inquisition : Fr. Pedro Centeno, de l’ordre de Saint Augustin », in Mélanges offerts au Professeur Guy Mercadier, Aix-en-Provence, Publications de l’Université de Provence, p. 301-312 ; « Le Clergé », capítulo II de nuestra tesis, Le Public de la presse en Espagne à la fin du XVIII°siècle (1781-1808), Paris, Honoré Champion, 1998, p. 247-304 ; «Un intento de reforma agraria por y para las clases productoras : el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797-1808) », in Brocar. Cuadernos de investigación histórica, Logroño, Universidad de La Rioja, n° 23 (1999), p. 87-117 [Véase en particular « La participación del clero », p. 93-98]. [2] El Diario Pinciano, primer periódico de Valladolid (1787-88) ha sido editado en edición facsímil, con un estudio preliminar por C. ALMUINA FERNÁNDEZ, Valladolid, Grupo Pinciano, 1978. Véase también P.-J. GUINARD, La Presse espagnole de 1737 à 1791. Formation et signification d'un genre, Paris, Centre de Recherches Hispaniques, 1973, p. 357-363. [3] Sobre Juan Antonio Olavarrieta (más conocido como Clararrosa a partir del Trienio Liberal), véase A. GIL NOVALES, “Clararrosa, americanista”, in Homenaje a Noël Salomon, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 1979, p. 113-125 y la introducción de la edición de el Viaje al mundo subterráneo y secretos de la Inquisición revelados a los Españoles seguido de El hombre y el bruto y otros escritos realizada por D. MUÑOZ SEMPERE y B. SANCHEZ HITA, con prólogo del mismo A. Gil Novales, Salamanca, Plaza Universitaria (Colección Scripta manent, n° 3), 2003. [4]Sobre
Luis Gutiérrez, véase : G. DUFOUR, « Andanzas y muerte de
Luis Gutiérrez, autor de la novela Cornelia Bororquia »,
in Caligrama. Revista peninsular de literatura, Palma de
Mallorca, II (1983), p. 83-96 así como la introducción a su edición
de Cornelia Bororquia o la víctima de la Inquisición,
Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1987, p. 24 sq. y C.
MORANGE, « Un
panfleto clandestino de 1800 - Presentación », in Seis
calas en la crisis del Antiguo régimen español, Alicante,
Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1990, p. 279-400. [5] A.H.N., Inquisición, leg. 4478, n° 9, fol. 1-52. Véase : P.-J. GUINARD, op. cit., p. 358 y « José Mariano Beristain y la Inquisición », in Ibérica I, Cahiers Ibériques et Ibéro-américains de l’Université de Paris Sorbonne, Paris, 1977, p. 155-171. [6]
G. DUFOUR, Clero y sexto mandamiento. La confesión en la España
del siglo XVIII, Valladolid, Ámbito, 1996, capítulo IV :
« La Iglesia y los solicitantes », p. 85-94. [7] Por ejemplo, A. ASTORGANO ABAJO nos revela que, por los años de 1780, Pedro Díaz de Valdés, del tribunal del Santo Oficio de Barcelona vivía amancebado con una pretendida “hermana” o “prima” (« El fiscal inquisidor don Nicolás Rodríguez Laso en Barcelona (1783-1794) », in Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XLVII (1900-2000), anys Académics CCLXXI-CCLXXII, p. 239). Ello no fue obstáculo para que ascendiese a obispo en 1798, como premio del zelo que había manifestado redactando una obra en perfecta sintonía con la política agraria del Príncipe de la Paz, El Padre de su pueblo o medios para hacer temporalmente felices a los pueblos con el auxilio de los Señores curas párrocos que fue publicada por primera vez en Vitoria en 1793 bajo los auspicios de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. En cuanto al propio Inquisidor General Ramón de Arce, sus amores con la marquesa de La Mejorada eran tan notorios y públicos que se afirmaba que había obtenido bula del Papa para casarse (véase G. DUFOUR, « Don Ramón de Arce, arzobispo de Zaragoza, Inquisidor General y Patriarca de las Indias », in Tres figuras del clero afrancesado, Aix-en-Provence, Université de Provence, 1987, p. 147-193). [8] E. LARRIBA, « Un Publiciste poursuivi par l’Inquisition : Fr. Pedro Centeno, de l’ordre de Saint Augustin », op. cit., p. 301-312. [9]
J. C. ROVIRA, « El bibliógrafo Beristain en una contienda poética
desde los balcones a fines de 1796 », in Anales de
Literatura española, Alicante, Publicaciones de la Universidad
de Alicante, n° 13 (1999), Serie monográfica, n° 3, Letras
novohispanas, edición de M. ÁGUEDA MENDEZ y J. C. ROVIRA, p.
195-210. [10]
A. GIL NOVALES, « Clararrosa americanista », op. cit.,
p. 114. [11]
Viaje al mundo secreto de la Inquisición y secretos del tribunal de la
Inquisición revelados a los españoles por el Ciudadano José Joaquín
Clararrosa, Cádiz,
Imprenta de Roquero, calle Ancha, frente a la casa de los Gremios,
1820, 46 p. Vid. la edición ya citada realizada por D. MUÑOZ
SEMPERE y B. SÁNCHEZ HITA. [12]
A. GIL NOVALES, Diccionario biográfico del Trienio Liberal,
Madrid, Ediciones del Museo Universal, 1991, p. 480. [13]
Véanse los trabajos ya citados de G. DUFOUR
y de C. MORANGE.
Por su parte, A. PRADO DE MOURA, quien ha estudiado sistemáticamente
en su tesis la actividad del tribunal del Santo Oficio de
Valladolid, no hace ninguna referencia a Luis Gutiérrez (Las
Hogueras de la Inquisición. La actividad represora del Tribunal
Inquisitorial de Valladolid (1700-1834), Valladolid, Junta de
Castilla y León, 1996. [14]
Véase
G. DUFOUR, « Introducción »
de la edición ya citada
de Cornelia Bororquia…, p. 13-18. [15]
Carta XXVIII,
p. 162 en la edición
de G. DUFOUR que
desarrolla este punto en la introducción: « Cornelia
Bororquia o Nuevas Cartas sobre la tolerancia », p. 42-49. [16]G.
DUFOUR, « El Nuncio contra
los liberales (1820-1823) »,
in Historia 16, n° 188 (diciembre 1991), p.45. [17]
A.H.N., Consejos, leg. 5566, exp. 100 : Apertura a la
Suscripción del Diario Gaditano, Literario, Comercial, histórico,
político y económico, que se dará a luz para instrucción,
comodidad, y útil entretenimiento de esta Ciudad de Cádiz con
arreglo a las instrucciones y providencias expedidas por el Supremo
Gobierno, para la publicación del Diario de Madrid, Cádiz,
1795 (posiblemente, mes de junio) : [18] E. LARRIBA, « La presse espagnole à la fin du XVIIIe siècle et la censure d’Etat : les projets de création de périodiques refusés par le Conseil de Castille de 1791 à 1808 », en Individu et autorités : la position de la Presse des Lumières, Université de Nantes(en prensa), especialmente « II – Stratégie et argumentaire des candidats à la publication ». [19]
A.H.N., Consejos, leg. 5566, exp. 100 : Apertura a la
Suscripción del Diario Gaditano, Literario, Comercial, histórico,
político y económico, op. cit. : « En todas las
naciones cultas se ha mirado la publicación del Diario como el más
excelente arbitrio de común utilidad y beneficio, y cuando toda
otra clase de papeles volantes, o periódicos con que han abrumado
las prensas de Nuestra europa desde la época de su ilustración
sujeta a infaustas vicisitudes, no ha podido subsistir largo tiempo
sin experimentar los justos rigores del Gobierno debidos al abuso de
libertad con que han procedido sus autores, sólo el Diario político
económico ha llegado a sostenerse desde su primera institución con
general aceptación y particular recomendación de los mismos
Gobiernos… » [20]
Id. [21]
Id. : « En las
vistas, en los paseos, en los Cafés, cementerios y en toda clase de
concurrencia respira el áspero idioma de Marte en vez de las dulces
expresiones de Minerva. Hasta el bello sexo, esta preciosa mitad de
nuestra naturaleza, cuyo bello aspecto, bizarría, suavidad, dulce
trato, y bellas luces hacían en otro tiempo las más cumplidas
delicias de esta ciudad con extraordinaria ventaja sobre las demás
ciudades del Reino parece que ha adquirido algún resabio de
aspereza y severidad entre los repetidos estruendos de la Guerra,
sus preparativos y faenas... ». [22]
Id. : «El reparo de
este defecto es el principal objeto por que lo hemos extendido a la
parte literaria, en cuya dilatada jurisdicción la moral más pura,
los Dogmas de nuestra religión, la más sana filosofía del hombre
y sus deberes suministrarán copiosas materias a nuestro intento,
sin olvidar las bellas Ciencias y Artes, ni entre ellas la dulce
poesía teatral que hará la materia más familiar y predilecta de
nuestro periódico alternada con la más juiciosa crítica, y
jocosas imágenes, sin propasar los límites que la religión, la
honestidad y el decoro del público deben dispensar con gusto y
agrado ». [23]
Id. : « Nosotros
nos daremos por bien servidos y agradecidos recibiendo las
correcciones que gustase dirigirnos el Público sobre nuestros
defectos, y tanto para este efecto, que nos parece el más oportuno
medio para nuestra reforma, como para hacernos con la mayor
facilidad de las noticias relativas a nuestro objeto, y de las
producciones que cada uno de los miembros de esta capital quisiere
publicar en nuestros diarios se recibirán en su despacho público
todos los pliegos cerrados que dirigieren con cubierta A los
Edictores del Diario Gaditano. Las personas que no supieren
escribir y carecieren de otros recursos podrán informar verbalmente
a un comisionado, nuestra persona de todo respeto, cuya habitación
se indicará para el efecto a tiempo competente ». [24] Sobre este singular personaje, véase L. DOMERGUE, « Andanzas y tribulaciones del periodismo en los últimos tiempos del Antiguo Régimen : el poder contra la prensa periódica (desde la Revolución francesa hasta la Guerra de la Independencia », in Tres calas en la censura dieciochesca (Cadalso, Rousseau y Prensa periódica, Toulouse, Institut d'Etudes Hispaniques et Hispano-américaines de l'Université de Toulouse-Le Mirail, 1981, p. 181 sq [25] A los trabajos ya citados de G. DUFOUR et de C. MORANGE, conviene añadir los de: J. ALTABELLA, « Algunas precisiones en torno a la vida y obra del gacetero de Bayona Luis Gutiérrez », in Estudios de Historia Social, número monográfico sobre La Revolución francesa y la Península Ibérica, n° 36-37 (1986, I-II), p. 333-336, así como los de M. MURPHY, « Canning and the baron de Agra », in History today, mai 1993, p. 35-41 y « Luis Gutiérrez, Novelist and Impostor », in Spain and its Literature : Essays in Memory of E. Allison Peer, Ann L. MACKENZIE ed., Liverpool, 1997, p. 235-252. [26]
Además de la edición ya citada de G. DUFOUR, se puede consultar
otra, muy inferior, debida a I. FERRERAS (Madrid, Vosa, 1994). [27]
Cf. J. BLASCO, « GUTIÉRREZ, Luis », in R. GULLÓN,
(dir.), Diccionario de literatura española e hispanoamericana,
Madrid, Alianza Editorial, 1993, tome I, p. 688-689 ; J. ÁLVAREZ
BARRIENTOS, G. CARNERO, « Luis Gutiérrez », in G.
CARNERO, (coord.), Historia de la literatura española. Siglo
XVIII (II), tomo VII, Madrid, Espasa Calpe, 1995, capítulo 11 (« La
novela en el último tercio del XVIII y primer tercio del XIX »),
p. 976-978. y E. LARRIBA, Dictionnaire de la Littérature
espagnole, Paris, Honoré Champion éditeur, 2001, p. 76-77. [28]
La revista History
Today, en la que M. MURPHY publicó el relato de las relaciones
del supuesto barón de Agra con lord Canning, es de tipo “gran público”
y los lectores de ABC pudieron conocer la personalidad de
Luis Gutiérrez así como las principales características de su
novela Cornelia Bororquia, gracias a un artículo de R. P.
SEBOLD, publicado en el número del domingo 19 de julio de 1998, p.
66. [29] « Luis Gutiérrez, Novelist and Impostor », op. cit. [30] Historia del Gazetero de Bayona extractada de la causa original e ilustrada con algunas notas por el Dr. D.J.M.D., Séville, Josef Hidalgo, 1802 (=1812), citado por J. ALTABELLA (op. cit.) y M. MURPHY quien identifica al autor como Antonio Martínez, O.P. (« Luis Gutiérrez, Novelist and Impostor », p. 235-236). [31]
C. MORANGE, op. cit., p. 293-294. [32]
A.H.N., Consejos, leg. 11 284, exp. 14. Este documento ya ha
sido comentado brevemente por L. DOMERGUE, Tres Calas en la
censura dieciochesca…, op. cit., p. 118. [33]
A.H.N., Consejos, leg. 11 284, exp. 14. Correo de Bayona.
Prospecto, p. 1 (a). [34]
Id. [35]
Id. [36]
Ibid., p. 1 (b). [37]
Id. [38]
Ibid., p. 2 (a) : « ¿Qué es el hombre
abandonado a sí mismo ? Si se quiere examinar profundamente
esta cuestión, resultará de su examen que los Gobiernos tienen
necesidad de nuestra obediencia, por cuanto nuestro instinto nos
inclina a tomarnos una libertad ilimitada o a sojuzgar violentamente
a los otros, y la obediencia sola es la que puede contenernos dentro
de nuestros verdaderos límites, y obligarnos a sacrificar unas
pasiones tan fuertes al amor del orden y de la paz ». [39]Id. : «¡O vosotros cualquiera que seáis, vosotros que clamáis vivamente por la libertad de Imprenta, mientras no podáis fundir de nuevo los pueblos, mientras no podáis hacer una innovación milagrosa en sus costumbres envejecidas, no, jamás, jamás podréis ver puesta en planta esta libertad sin provocar el desorden y la rebelión ». [40]
Ibid., p. 2 (b). [41] Op. cit., p. 293-294, a partir del legajo Estado 6155, exp. 1 del Archivo Histórico Nacional (Madrid). [42]
A.H.N., Consejos, leg. 11 284, exp. 14. Informe del conde de
Isla a Pedro Ceballos, Madrid, 18 de agosto de 1802. [43]
A.H.N., Consejos, leg. 11 284, exp. 14. Cf. nota al conde de
Isla, Madrid, 27 de agosto de 1802. [44]
A.H.N., Consejos, leg. 11 284, exp. 14. Correo de Bayona.
Prospecto, p. 2 (b). [45]
A.H.N., Consejos,
leg. 11 287, exp. 40 : oficio de Tomás Donojú a Pedro Ceballos, Santander, 1 de junio de 1804. [46] Ibid. Cf. la nota con fecha del 7 de junio de 1804 en margen del oficio de Donojú a Ceballos : « Que está mandado no se introduzcan del extranjero cosas impresas en castellano, y con particularidad este papel, y que en consecuencia no permita la introducción », nota fundada en la Real Cédula del 1 de junio de 1784 (reiterada en 1791 et 1792), según la cual se prohibía formalmente vender « libros que vengan de fuera del Reino, en cualquier idioma y de cualquier materia que sean, sin que primero se presente un ejemplar en el Consejo y se conceda licencia para su introducción o venta » (A.H.N., Consejos, 5569, leg. 44, citado por G. Dufour en su introducción a Cornelia Bororquia o la Víctima de la Inquisición, op. cit., p. 11.) [47] Ibid., Informe de Manuel de Iribarri a Tomás de Donojú, Santander, 18 de junio de 1804 : « pero como para ejecutar esto [el embargo de los ejemplares] haya yo tenido únicamente el solo conocimiento que hasta ahora me presta la noticia de los sujetos suscritos a este periódico por declaración de ellos mismos y sea posible y aun regular que después de sabida la prohibición de este papel, hagan que se les remita bajo de distinta cubierta, y que para por fuera de ella no se note que contiene impresos la hagan forrar en un doble sobre, de aquí es que no creo suficiente mi vigilancia ni la de esta oficina para impedir tan absolutamente como lo quiere S. E. la entrada del insinuado Periódico para cuyo logro no advierto ni conozco medios bastantes, pues en la multitud de correspondencias extranjeras que recibe este comercio es difícil distinguir que carta contiene o no impresos, y si hoy han podido detener algunos ejemplares, es porque como dejo dicho, se sabe quiénes son los subscriptores y fácilmente se conoce por de fuera las Cartas que contienen impresos pero estos mismos subscriptores es fácil que tomen todas las medidas conducentes a eludir este medio... » [48]
A.H.N., Consejos, leg.
11 286, exp. 51. Cf. Carta circular dirigida a los Directores
Generales de Correos, San Lorenzo, 22 de noviembre de 1806 . [49] Ibid. [50]
Ibid. [51] E. LARRIBA, Le Public de la presse en Espagne à la fin du XVIII siècle (1781-1808), op. cit., p. 315-319. [52]
A.H.N., Consejos, leg. 11 288, exp. 16. Francisco Antonio
Filangieri a Pedro Ceballos, El Ferrol, 28 de enero de 1807. [53]
Ibid., nota marginal. [54]
A.H.N., Consejos, leg. 11 288, exp. 16. Cf.
el informe de Juan Facundo
Caballero (Fiscal General de la Renta), Madrid, 26 de marzo
de 1807 así como el informe de la «Junta de la Renta »
del 7 de abril 1807 dirigido a Pedro Ceballos (firmantes :
Manuel de Revilla, Lucas Palomeque, Agustín de Betancourt,
Francisco Nogues et Juan Facundo Caballero). [55]
El original de la carta
dirigida a Luis Candano par M. Gosse el 25 de mayo de 1807
y en la cual afirma que varios administradores y empleados de
Correos le piden la Gaceta de Bayona se conserva en A.H.N., Consejos,
leg. 11 288, exp. 89. Fue transmitida por Candano a Juan Facundo
Caballero el 26 de mayo de1807 (A.H.N., Consejos, leg. 11
288, exp. 89). [56]
El marqués de Castelfuerte se suscribió a otros tres periódicos :
Diario curioso, erudito, económico y comercial (en 1786), Semanario
erudito (en 1788) y La Espigadera (en 1790). [57]
El conde Polentinos se suscribió a nada menos que seis periódicos
: Memorial literario (una suscripción en 1784), Diario
curioso, erudito, económico y comercial (2 suscripciones en
1786), Espíritu de los mejores Diarios de Europa (una
suscripción en 1788, prolongada en 1789), La Espigadera (en
1790), Correo mercantil de España y sus Indias (en 1792) y Semanario
de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (en 1807). [58]
Juan Rocafull se suscribió en 1794 al Correo de Murcia. [59]
Santiago Portero recibía en 1793 el Memorial literario. [60]
Cf. E. LARRIBA, « Inquisidores
lectores de prensa ilustrada », in Coloquio
internacional. El mundo hispánico en el Siglo de las Luces -
Salamanca 9-10-11 junio de 1994, Madrid, Editorial Complutense,
1996, p. 817-829 et Le Public de la presse en Espagne à
la fin du XVIII siècle (1781-1808), op. cit., p. 130-132
y 247-304. [61] Cf. E. LARRIBA, Le Public de la presse en Espagne à la fin du XVIII siècle (1781-1808), op. cit., p. 97-116. [62]
A.H.N., Consejos, leg. 11 288, exp. 16. Figuran en la lista
de suscriptores a la Gazeta de Bayona : en Madrid : el marqués
de Castelfuerte, el conde de Polentinos y don Josef Navarro ;
en Algesiras : don Cosme Burlini ; en Cádiz : don
Gregorio de la Torres ; en la Isla de León : don Santiago
Portero y don Francisco Antonio Mendoza ; en Málaga : don
Francisco Herrera y Mr. Muller ; en San Roque : el marqués de
Gel y don Francisco Montenegro ; en Lorca : Mr. Carlos
Crouselles y don Juan Rocafull ; en Salamanca : el marqués
de Escobar; en El Ferrol : don Josef Monge así como Sarracant y
Comp.; en Mugardos : don Juan Ortol Miró y Compañía; en Oviedo :
don Matías Menéndez y don Francisco Moredor y por fin en Vera :
don Miguel Ramírez González. [63]
A.H.N., Consejos, leg. 11 288, exp. 16. Apostilla al final
del informe dirigido por Juan Facundo Caballero a Pedro Ceballos,
Madrid, 7 de junio de 1807. [64] El Consulado de Santander recibía el Correo mercantil de España y sus Indias en 11 ejemplares y el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos en 12, según las listas de suscriptores publicadas por sendos periódicos en 1792 y 1807. Cf. « Les Consulats marchands et junte de commerce », in E. LARRIBA, Le Public de la presse en Espagne à la fin du XVIII siècle (1781-1808), op. cit., p. 204-208. [65]
A.H.N., Consejos, leg. 11 288, exp. 16. Carta del Consulado
de Comercio de Santander a Pedro Ceballos, Santander, 7 de agosto de
1807. [66]
Ibid. [67]
Cf. nuestro banco de datos elaborado a partir de las listas de
suscriptores publicadas entre 1781 y 1808. [68]
A.H.N., Consejos, leg. 11 286, exp. 50. Presentación del
periódico (Bayona, 7 de noviembre de 1806) que acompañaba la
petición de licencia de impresión dirigida por Josef Xavier de
Barbachano a Pedro Ceballos el 10 de noviembre, también desde
Bayona. [69]
M. BARRIO GOZALO, « Sociedad, Iglesia y vida religiosa en la
España del siglo XVIII. Notas para un estudio demográfico [sic],
económico y socio-religioso », in Anthologica annua,
Instituto Español de Historia Eclesiástica, n° 36 (1989), p.
320. [70]
Cf. la introducción a la antología que hemos realizado con Gérard
DUFOUR, op. cit., p. 18-25. Como lector, le hallamos entre
los suscriptores del Memorial literario (en 1784) y de el Espíritu
de los mejores Diarios de Europa (en 1788). [71]
A.H.N., Consejos, leg. 11 286, exp. 50. Informe de Juan
Antonio Melón dirigido a Pedro Ceballos, Madrid, 14 de noviembre de
1806 que, obviamente, acarreó el consabido “no ha lugar” el 20
del mismo mes. [72]
A. GIL NOVALES, « Olavarrieta, Juan Antonio, José Joaquín de
Clararrosa », in Diccionario biográfico del Trienio
liberal, Madrid, Ediciones del Museo Universal, 1991, p. 480. [73]
C. MORANGE, op. cit. El texto de las Cartas amistosas al
Rey ocupa las páginas 345-400. [74] A.H.N., Consejos, leg. 5560, caja 1, exp. 45. Informe de Joseph Cornide al conde de Isla, sin fecha : Cf. E. LARRIBA, « La presse espagnole à la fin du XVIIIe siècle et la censure d’Etat : les projets de création de périodiques refusés par le Conseil de Castille de 1791 à 1808 », op. cit. 75
Príncipe de la Paz, Memorias, Edición y estudio preliminar
de D. Carlos Seco Serrano, B. A. E., tomo LXXXVIII, Madrid,
Ediciones Atlas, 1965, p. 368.
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